LI Congreso de Filosofía Joven
Madrid, 30 de junio - 3 de julio de 2014

Mesa 8


MESA 8
ONTOLOGÍA Y PODER
Sentido y alcance del “final de la metafísica” a partir del acontecimiento “Nietzsche”



Organización de la mesa:
Javier Fabo Lanuza (UCM)
Marcos Fernández Sánchez (UZ)


«Dios ha muerto» [1]. La sentencia de Nietzsche ha sido tomada como un punto de inflexión en la historia de la metafísica. Sin embargo, ella se limita a levantar acta de un diagnóstico que ya había formulado Hegel «en toda la verdad y la dureza de ese ateísmo» [2], y que se remonta a la crítica kantiana de la metafísica [3]. El “final de la metafísica” era ya para entonces un hecho. Pese a ello, el sentido y alcance de este hecho es todavía hoy una tarea pendiente que sigue interpelando al que desde entonces no ha dejado de ser el autor “intempestivo” por antonomasia. Situado en el umbral que une y separa dos eras del pensamiento distintas, la filosofía de Nietzsche sigue siendo desde entonces el interlocutor esencial del denominado “pensamiento postmetafísico”.
     Para algunos, la filosofía de Nietzsche se sitúa al comienzo del pensamiento postmetafísico como tal, al operar el desplazamiento de lo que hasta entonces venía siendo la categoría metafísica fundamental: la categoría de “sustancia” deja lugar a la de “devenir” y los conceptos de “pulsión” (J. Lacan), “fuerza” (G. Deleuze) y “poder” (M. Foucault) pasan a ocupar el lugar de una “nueva ontología”. Se conforma con ello una “ontología del poder”, que reclama su paternidad a teóricos del poder como Th. Hobbes (“auctoritas”), B. Spinoza (“potentia”), K. Marx (“revolución”), y que encuentra en Nietzsche una referencia fundamental a propósito del que probablemente sea el concepto más controvertido de su producción filosófica: la “voluntad de poder” (Wille zur Macht).
     Dicho concepto parece poner en juego una desustancialización de la facultad de valorar que el autor entiende en términos de una “voluntad de verdad” (Wille zur Wahrheit). El resultado es lo que Nietzsche llama una “transvaloración de todos los valores”; a saber, una crítica de la Moral a la que el autor no deja de dar el alcance de una crítica de la metafísica tradicional. Esta crítica no supone, sin embargo, una aniquilación de la voluntad y de la capacidad de valorar (“nihilismo negativo”), sino la emergencia de una voluntad carente de objeto sustancial; una voluntad que es “voluntad de nada” (Wille zum Nichts), en el sentido de nada en particular y que, antes que no querer, «prefiere querer la nada» [4]. Se trata, por tanto, de la voluntad que es el simple acto de querer y dominar, puro ejercicio de “poder”.
     Ahora bien, una voluntad semejante es una voluntad que no es más que su propia actividad, una voluntad que se alimenta de su propia sustancialidad, que no es sino voluntad de sí misma, «voluntad de voluntad [Wille zum Wille]» [5]; la voluntad de nada lo es precisamente en el sentido de nada distinto de sí misma. Pero de ser así, más que el concepto fundamental de una “nueva ontología”, la voluntad de poder parece ser la última categoría de la metafísica. De ahí que para Heidegger la filosofía de Nietzsche no sea tanto el fundador de una “nueva ontología”, como el consumador de la “vieja metafísica”. Tal sería, en efecto, la otra línea de interpretación del “final de la metafísica”, que no ha dejado de encontrar en Nietzsche un interlocutor esencial y que incide en la cuestión de “poder” como cuestión metafísica fundamental, precisamente a través de la "técnica", como consumación del dominio planetario del ente [6].
     El concepto de “poder” cae bajo el punto de mira propio del pensamiento metafísico, no sólo por constituir el comienzo de una “nueva ontología”, sino también y, en la misma medida, por constituir el final de la vieja metafísica. De ahí que lo que a través del “poder” cae bajo el punto de mira no sea un simple concepto, sino el nudo de un señalado cuestionamiento que divide a metafísicos y antimetafísicos en torno al problema del “final de la filosofía”. La pregunta en torno al sentido y alcance de este “final” es precisamente lo que la presente mesa “Ontología y poder” quiere plantear:
  • ¿Significa dicho “final” una “consumación de la metafísica” en el sentido de un agotamiento y de un quedar algo obsoleto, en cuyo caso la metafísica quedaría superada como se supera una enfermedad, desenmascarada como se desenmascara a un impostor, liquidada como a un enemigo, etc. tal y como se viene afirmando en el seno del área de influencia neonietzschena (Deleuze, Foucault, etc.), y para la cual la figura de Nietzsche representaría la del pensador intempestivo por antonomasia, el profeta de un “nuevo evangelio” que ha erigido el concepto “poder” en centro de una “nueva ontología”?
  • ¿O dicho “final” significa más bien una “consumación [Vollendung] de la metafísica” en el sentido del más acabado cumplimiento de la metafísica [7], en cuyo caso el denominado “final de la metafísica” no proporcionaría tanto la ocasión para pronunciar el definitivo adiós a la metafísica, cuanto la ocasión para penetrar por primera vez en su esencia impensada, tal y como establece la recepción de la filosofía de Nietzsche en el área de influencia heideggeriana, para la que la “voluntad de poder” constituye la última categoría metafísica y la figura de Nietzsche el último epígono de la misma?
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[1] NIETZSCHE, F. Así habló Zaratustra, Madrid: Alianza, 1997, p. 36.
[2] HEGEL, G.W.F. Fe y saber, Barcelona: Norma, 1992, p. 194: «Pero el puro concepto o la infinitud, como el abismo de la nada en el que todo ser se hunde, tiene que designar al dolor infinito puramente como momento —dolor que anteriormente en la cultura se daba sólo históricamente y como sentimiento sobre el cual descansa la religión moderna; el sentimiento de que Dios mismo ha muerto [...], y por lo tanto darle a la filosofía la idea de la absoluta libertad y con ello el dolor absoluto o el Viernes Santo especulativo, que era ya histórico, y restablecerlo en toda la verdad y la dureza de su ateísmo [...].»
[3] KANT, I. Crítica de la razón pura, B 303: «El arrogante nombre de una Ontología que pretende suministrar en una doctrina sistemática conocimientos sintéticos a priori de cosas en general (el principio de causalidad, por ejemplo) tiene que dejar sitio al modesto nombre de una mera analítica del entendimiento puro.»
[4] NIETZSCHE, F. La genealogía de la moral, Madrid: Alianza, 2009, p. 205.
[5] Al querer su propio crecimiento, su propio poder, la voluntad se quiere a sí misma: «en el título “voluntad de poder” la palabra poder nombra sólo la esencia del como la voluntad se quiere a sí misma.» (HEIDEGGER, M. Holzwege, GA, 5, p. 235). En tanto que voluntad de sí misma, la voluntad de poder es voluntad de voluntad. En último término, el concepto nietzscheano de voluntad exhibe la misma autoreflexividad que el concepto de sujeto. De ahí que en último término Heidegger diga que «tenemos que concebir la filosofía de Nietzsche como metafísica de la subjetividad» y más exactamente como «metafísica de la subjetividad incondicionada de la voluntad de poder.» (HEIDEGGER, M. Nietzsche II, Barcelona: Destino, 2000, pp. 199-200).
[6] Cfr. HEIDEGGER, M. Identidad y diferencia, Barcelona: Anthropos, 1990; así como también: “La pregunta por la técnica”, Conferencias y artículos, Barcelona: Serbal, 1994.
[7] HEIDEGGER, M. “El final de la filosofía y la tarea del pensar”, en Tiempo y Ser, Madrid: Tecnos, 1999, p. 78: «¿Qué significa la expresión “final de la Filosofía”? Con demasiada facilidad, entendemos el final de algo en sentido negativo: como el mero cesar, la detención de un proceso, e incluso, como decadencia e incapacidad. La expresión “final de la Filosofía” significa,por el contrario, el acabamiento [Vollendung] de la metafísica.»